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¿Cómo reaccionó Jacob ante tal promesa? ¿La recibió sencillamente por la fe? No, su vida no estaba en regla y su conciencia estaba molesta, razón por la cual tuvo miedo de Dios. Pero Dios iba a acompañarlo, disciplinarlo y finalmente llevarlo de regreso a su país.
Cuando, años más tarde, Jacob estaba de regreso, nuevamente lo acosó el miedo. Pero esta vez no se dejó dominar por la angustia y habló de ello a Dios (Génesis 32:11). Antes de encontrarse con su hermano, Jacob encontró a Dios en un combate, del cual salió librado. Efectivamente pudo exclamar: “Fue librada mi alma” (Génesis 32:30). ¡Librada de su temor!
Con nuestros propios recursos no podremos hacer frente a lo que nos asusta, pero trayéndolo a Dios, seremos librados y purificados de lo que no está en regla en nuestra vida. Dejemos de apoyarnos en nuestra fuerza, en nuestra inteligencia, en nuestro saber o nuestro dinero. Dios desea para nosotros una paz profunda que se apoye sólo en su gracia.
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