En primer lugar, lo que más necesitan los niños es amor. Debéis achucharlos, besarlos, abrazarlos, acariciarlos. Y todo ello sin medida. Sin amor, los niños no pueden crecer ni madurar. Pero cuidado; no confundáis amor con sensiblería barata, amar no significa consentirlo todo, cumplir todos los caprichos o dejarse chantajear por sus pataletas. Eso sería malcriarlos.
Amar significa también establecer límites, enseñarles a distinguir lo que está bien y lo que no, lo que se puede y debe hacer en cada momento y lo que no se puede consentir. Amar también es castigar cuando es preciso.
Y esto enlaza con la segunda necesidad básica de todo niño: educación. Ésa es la mejor herencia que podéis dejarles. Hay que enseñarles a comportarse en cada circunstancia. Tenéis que decirles cómo deben comer, cómo usar los cubiertos, cómo vestir o cómo hablar en cada ocasión.
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