La historia del dulce la podríamos sintetizar en las siguientes etapas: Prehispánica. Desde antaño los pueblos precolombinos preparaban algunos dulces, mezclando frutas, miel y semillas. De la combinación de ingredientes como: cacao, miel y amaranto surgieron dulces como el pinole y la alegría.
Colonial. Esta etapa está marcada por la introducción de la caña azúcar y la leche de vaca. Con la utilización de estos ingredientes, nuestros antepasados crearon confites, dulces, conservas, mermeladas y una gran variedad de jaleas.
Durante esta etapa, las congregaciones religiosas femeninas como las principales productoras de dulces, reproduciendo las recetas europeas con algunas modificaciones hechas por ellas, con base en frutos e ingrediente recién descubiertos.
Una de las formas a través de las cuales se difundieron las recetas conventuales fueron las hijas de los criollos y mestizos que recibían educación en los conventos.
¿Cómo llega esta actividad al pueblo?
Tal fue la fama de la elaboración de dulces en estos recintos religiosos que cada orden llegó a tener su propia especialidad, los alfeñiques de San Lorenzo, Jalea de las Bernardinas, Calabazates de San jerónimo, mermeladas y buñuelos de San José de Gracia.
Algunos oriundos de este pueblo nos comentan como aprendieron a elaborar dulces. El señor Santiago Ramírez Olvera por los años de 1927, a la edad de 7 años, conoció a un señor de nombre Aurelio Mendoza del Barrio Tepetitla, quien preparaba dulces de calabaza, chilacayote e higo.
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