Por: Lic. Danny Rafael Ureña F.
Doy inicio a estas reflexión agradeciendo
a este medio de comunicación electrónica que todavía permite que una célula de
este pueblo, tan anhelado por muchos. Se
desahogue con tanta injusticia y dejadez que le rodea.
Así son las cosas de la vida, lo
que uno siempre desea, tal vez nunca lo ve llegar. Y me pregunto:
¿Cómo cruzar un desierto de arena o
un camino lleno de lodo sin dejar mis huellas? Obviamente, todo depende de mi
peso.
Las opiniones que esparciré a
continuación no son sólo mis opiniones personales sino que, más aún, ellas
forman parte de las definiciones que el gobierno dominicano ha hecho en materia
de corrupción.
Así, pues, comenzamos diciendo que
entendemos el problema de la corrupción administrativa como un problema de
sistemas que hacen posible tal ocurrencia, pero no podemos entender que un
pueblo este tan pasivo ante este mal.
Esencialmente quizás no sea un
problema de personas, o bien de funcionarios que actúan de forma deshonesta, si
bien son personas y funcionarios los que cometen los actos de corrupción, en cierto
términos es la población misma que permiten ser engañada cada cuatro años, lo
que lo hacen posible y promueven con el silencio,
la ocurrencia de la corrupción.
El problema, pues, no es que se
produzcan hechos de corrupción, que siempre se van a producir, sino que exista un
pueblo tan pequeño y conocedor de sus habitantes como lo es la Republica Dominicana
y en nuestro caso Joba Arriba, que permitan y promuevan con esa actitud, dichos
actos.
Ese problema así caracterizado,
tiene a nuestro juicio, múltiples facetas y causas, algunas de las cuales hemos
planteado en otras ocasiones.
Es un problema de carácter
paternalista, por cuanto tenemos algunos vínculos, familiares, de amistad, o de
respeto por una persona. Señores y el más grande, que es el de los compromisos políticos
adquiridos, la prebenda y en algunos de los casos la religiosidad.
Sé que mañana mi presencia molestará
a muchos por estos comentarios. Pero tendré la satisfacción de ser una voz que
grita, quizás perdida en el eco de un desierto poblado.
No quiero creer que en estos dos últimos
cuatrienios hemos obtenido como resultado, las cenizas de un sueño que no pudo
ser.
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