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viernes, 19 de octubre de 2012

Mis Memorias



Por: Lic. Danny Rafael Ureña F. 

Doy inicio a estas reflexión agradeciendo a este medio de comunicación electrónica que todavía permite que una célula de este pueblo, tan anhelado por muchos.  Se desahogue con tanta injusticia y dejadez que le rodea.
Así son las cosas de la vida, lo que uno siempre desea, tal vez nunca lo ve llegar. Y me pregunto:
¿Cómo cruzar un desierto de arena o un camino lleno de lodo sin dejar mis huellas? Obviamente, todo depende de mi peso.
Las opiniones que esparciré a continuación no son sólo mis opiniones personales sino que, más aún, ellas forman parte de las definiciones que el gobierno dominicano ha hecho en materia de corrupción.
Así, pues, comenzamos diciendo que entendemos el problema de la corrupción administrativa como un problema de sistemas que hacen posible tal ocurrencia, pero no podemos entender que un pueblo este tan pasivo ante este mal.
Esencialmente quizás no sea un problema de personas, o bien de funcionarios que actúan de forma deshonesta, si bien son personas y funcionarios los que cometen los actos de corrupción, en cierto términos es la población misma que permiten ser engañada cada cuatro años, lo que lo hacen posible y promueven  con el silencio, la ocurrencia de la corrupción.
El problema, pues, no es que se produzcan hechos de corrupción, que siempre se van a producir, sino que exista un pueblo tan pequeño y conocedor de sus habitantes como lo es la Republica Dominicana y en nuestro caso Joba Arriba, que permitan y promuevan con esa actitud, dichos actos.
Ese problema así caracterizado, tiene a nuestro juicio, múltiples facetas y causas, algunas de las cuales hemos planteado en otras ocasiones.
Es un problema de carácter paternalista, por cuanto tenemos algunos vínculos, familiares, de amistad, o de respeto por una persona. Señores y el más grande, que es el de los compromisos políticos adquiridos, la prebenda y en algunos de los casos la religiosidad.
Sé que mañana mi presencia molestará a muchos por estos comentarios. Pero tendré la satisfacción de ser una voz que grita, quizás perdida en el eco de un desierto poblado.
No quiero creer que en estos dos últimos cuatrienios hemos obtenido como resultado, las cenizas de un sueño que no pudo ser.

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